Para despertar la motivación en el estudio, es necesario estimular afectiva y cognitivamente al niño para que descubra sus propias capacidades.

Muchas son las familias que se preocupan por la educación de sus hijos, aunque casi nunca en el ambiente del hogar pues su aplicación ha estado regida más por la imposición que por el convencimiento. A menudo queda, en muchos padres, el factor coacción para que el niño se siente a estudiar.

A pesar del retroceso en la unidad familiar inherentes a los tiempos que se viven, el tiempo que se dedica a los hijos, y no el que se impone, ha ido creciendo en las familias. Muchos padres planifican su “horario para hacer las tareas”, así se benefician todos.

Los progenitores fortalecen las relaciones con sus vástagos, y los hijos aprenden lo impartido en la escuela. La motivación, por tanto, tiene que ser algo que nazca del interior del niño y esto se puede fortalecer a través de las vivencias propias.

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