Conocemos muchas formas de seducir, la primordial es la del diálogo. A lo largo del tiempo y ya en nuestra época, tanta información enciclopédica acumulada, sumada a la espectacular difusión que ofrece Internet.
Como ya sabemos todo exceso es perjudicial y en este caso la proliferación de datos tan variados no puede menos que causar desconcierto y distracción de lo medular. La importancia que recibirá el aprendiz será tan variada y heterogénea que lo único que se logrará es confundirlo.
” Que si a la chica hay que regalarle un flor en la primera cita, si besarla en el cuello mientras le susurras al oído encenderá la pasión desmedida“.
Peor aún si el origen de la revelación se encuentra encuadernada o proviene de la red, ya que ese material tendrá las intenciones de ser instructivo pero carecerá íntegramente del cariño y lealtad de un consejos que promueve un amigo sincero.
Y lo más trágico: entre tanta experiencia ajena, estaremos cerceando la posibilidad de que el joven “alumno” vivencie la suya, se de el lujo de equivocarse e intentar redimirse, generando así su propia experimentación y triunfo. Porque no existe aprendizaje más valisoso que el procurado por uno mismo.