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El interés de Luis XIV por construir el palacio único y magnífico de Versalles,le costó a su reinado un precio elevadísimo.

Se sabe que tras 20 años de comenzados los trabajos de transformación del que fuera primeramente un pabellón de caza, ya el rey francés había invertido en su costo, (para la época), la enorme suma de 60 millones, lo que provocó la indignada protesta del Ministro de Hacienda. Éste alegaba que su otro palacio, el Louvre, era más digno de un rey, y la enorme fortuna gastada en Versalles no se justificaba.

Como el hecho suscitó tal alboroto, “se dice” que el propio monarca ordenó la fundición de los cubiertos de plata de su residencia para acuñar monedas y con ellas pagar los materiales destinados al palacio. Bueno, eso no está probado, yo tengo mis dudas.

De lo que sí estamos seguros es que Luis XIV no cedió ante ninguna presión, y continuó con su idea original de convertir a Versalles en el símbolo de su monarquía.

El nombre de César ha quedado para la historia, entre otras cosas, como símbolo de poder: un César, todo lo puede. Y esta pequeña historia es solo una de las muchas que lo ejemplifican.

Los romanos, en los comienzos de su poderío, no eran dados a la navegación, hasta que no les quedó más remedio que aprender de sus grandes enemigos, los cartagineses, quienes sí eran muy hábiles en esta empresa. Y bien que aprendieron, pues se embullaron y superaron a sus rivales.

Así llegamos al Imperio Romano con Julio César. Tanto poder tenía este emperador, que ” ordenaba llenar un espacio de tierra cercano a Roma con las aguas del río Tíber” para complacer su deseo. Es que a Julio César le encantaban las batallas navales, y por eso, mandó a ampliar el Campo de Marte, ese lugar donde se convocaban a los ejércitos, para inundarlo después a fin de celebrar en ellas un combate. A este emperador se le considera el creador de la naumaquia con fines deportivos.

Y este hecho sucedió  hace más de 20 siglos,¡ increíble…!

En el cuidado de la higiene bucal existen señales de alarma, como el sangrado de encíaas,  que te alertan de que algo anda mal en tu boca. Es importante saber de estas señales para tomar las medidas precisas.

Que las encías sangren después de un lavado no es normal, aunque le ocurra a mucha gente. En sus inicios las causas pueden ser leves y fáciles de curar. Pero no por eso se debe ignorar el problema.

En edades de la juventud es importante prestarle atención a los cambios que puedan aparecer en la boca. Vigila que las encías no cambien de color ni se inflamen. Cuando estas no están en perfecto estado de salud, suelen pasar del color rosa al rojo fuerte.

Otros síntomas que constituyen un llamado de alerta son el mal aliento, el picor de las encías y tener la sensación de que los dientes se mueven. Ante estas señales, no lo dudes, consulta inmediatamente al estomatólogo.

No pocas veces los infortunios conspiran contra el ánimo. Para crecer ante el abatimiento hay que partir siempre de la idea que se puede encontrar una solución.

Muchas veces el problema que se presenta en la vida es tan agobiante que llega hasta lograr que se pierdan las esperanzas. Es importante considerar que nadie tiene un problema que no haya sido antes de otra persona, y de alguna manera lo resolvió.

No importa si en ese momento se encuentra la solución o no, lo más prudente es meditar cuando la cabeza está más tranquila. Lo importante es saber que existe una salida y de seguro se encontrará. El premio de la vida comienza con la voluntad de seguir adelante, con la seguridad en sí mismo.

Si solo piensas que estás vencida, ya lo estás; pues la predisposición a fallar te hace vulnerable psicológica y físicamente. Si crees que sí puedes, podrás. Cualquiera pierde una batalla en la vida, pero el abatimiento no te puede vencer.