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Para despertar la motivación en el estudio, es necesario estimular afectiva y cognitivamente al niño para que descubra sus propias capacidades.

Muchas son las familias que se preocupan por la educación de sus hijos, aunque casi nunca en el ambiente del hogar pues su aplicación ha estado regida más por la imposición que por el convencimiento. A menudo queda, en muchos padres, el factor coacción para que el niño se siente a estudiar.

A pesar del retroceso en la unidad familiar inherentes a los tiempos que se viven, el tiempo que se dedica a los hijos, y no el que se impone, ha ido creciendo en las familias. Muchos padres planifican su “horario para hacer las tareas”, así se benefician todos.

Los progenitores fortalecen las relaciones con sus vástagos, y los hijos aprenden lo impartido en la escuela. La motivación, por tanto, tiene que ser algo que nazca del interior del niño y esto se puede fortalecer a través de las vivencias propias.

Se habla que en el enamoramiento se producen sustancias químicas en la pareja y por eso se vive esa fascinación inexplicable.

Tal enlace especial tiene que ver, según un estudio, con sustancias químicas, como la dopamina, la feniletilamina y la ocitocina. Estos productos químicos son relativamente comunes en el cuerpo humano, pero solamente son encontrados juntos en las etapas del enamoramiento.

Los expertos comentan que, con el tiempo, el organismo se va haciendo resistente a sus efectos, lo que hace que la intensa fase de la atracción no dure mucho tiempo, dos o tres años, luego deviene una relación más calmada.

Estas indagaciones han concluido que el deseo ardiente de sexo está unido a la testosterona, mientras que la atracción y el amor en la etapa de euforia. El vínculo y la atracción que evolucionan hacia una relación calmada y segura tienen que ver con la ocitocina y la vasopresina.

Una buena observadora siempre tiene los ojos abiertos, evitando la monotonía. Hay que estar atenta a ciertas señales, ocupando largos tiempos juntos, haciendo lo que les agrada para sentir la necesidad de amarse.

Puede que tengas algunas sensaciones preocupantes, como que el sexo comienza a decaer, y te das cuenta que ya no se buscan tanto. Además ya no se interactúa con cariños y mimos que no siempre llevan al acto sexual, pero igualmente son deliciosos.

Otras señales son los enfados sin razón, o la presencia continua de amigos para pasarla bien, porque ya solos no son capaces de tener una buena velada. La costumbre de salir con otras parejas se hace cotidiana.

Ante estas manifestaciones u otras, es recomendable corregir el rumbo, antes de que sea demasiado tarde. Lo primero es darse cuenta de lo que está sucediendo, evitando caer en la trampa de echarle la culpa al otro, sino que repartirla a partes iguales. Conversar y correr en busca de una solución es lo más inteligente para hacer.

Al padecer la gonorrea, la ausencia de síntomas es frecuente en ambos sexos, por lo que trae complicaciones al desconocer que se porta esta infección.

Esto se puede apreciar con mayor frecuencia en las mujeres; ocho de cada diez de las féminas que la padecen no presentan síntomas. Esto no evita que quien la posee la trasmita a otros. Lamentablemente, las personas que desconocen de su padecimiento, no solicitan atención médica ni se abstienen de tener relaciones sexuales, poniendo en riesgo la salud de otros.

Esta afección demora entre dos y siete días para los primeros síntomas. En la mujer pueden ser variables, y en el hombre, generalmente es una secreción de color amarillo por el pene. Cuando la infección no es determinada puede llegar al torrente sanguíneo.

Esto puede derivar en fiebre y lesiones en la piel como vesículas, pústulas o salpullido hemorrágico, dolor ocular con enrojecimiento entre otras complicaciones. Puede adquirirse más de una vez, y los anticuerpos que se forman después de padecerla no protegen ante próximas exposiciones.